Juan Núñez Gálvez, también llamado ‘El Cojo Farina’, nació en El Puerto de Santa María en los años 20 del siglo pasado y falleció en Chiclana de la Frontera, la ciudad que había hecho suya, en 1997. Dicen que el apodo de Farina le viene de un serial cinematográfico, que en España se tituló La pandilla, que se proyectó entre 1922 y 1931 y en el que el actor infantil Allen Clayton Hoskins (9 de agosto de 1920–26 de julio de 1980) interpretaba a uno de los personajes, llamado Farina, especialmente travieso.
Bailaor y superviviente del flamenco, le registraron con el nombre de Luis, pero su madre, Gabriel Gálvez, siempre le quiso llamar Juan, y fue su padre, Alonso Núñez ‘Orejitas’, quien le inscribió con el santo equivocado. Vivió en El Puerto Santa María, en Cádiz, pero la mayor parte de su vida y hasta su muerte residió en Chiclana, aunque no dejara de echar su ‘pataíta’ desde la Venta de Vargas, en San Fernando, a los principales tablaos de Madrid.
“Tú andas cojo, pero bailas sano”, sentenció José María Pemán al verle bailar. “Además de buena persona, era puro sentimiento, muy inteligente y amigo de grandes poetas y escritores. Escribía poesía y con gracia espontánea ‘aliñaba’ cualquier situación”, le describe José de Mier.
Más allá de su faceta artística, cumplía con otra esencialmente humana, la de consejero de aquellos que quisieran dejarse aconsejar: “Juan Farina tenía algo, eso era indiscutible, ese gitano era especial. Aún a sabiendas de su problema físico, Juan manejaba el baile flamenco con sabiduría y compás. Era el director espiritual de todos, y sus consejos, sus hábiles palabras, abrían grandes espectros de luz en los problemas de sus amigos. Y no era porque él no los tuviera, porque cada mañana, como él decía, se levantaba antes el hambre que el sol y su deber era alimentar a su extensísima prole”, añade Lolo Picardo.
“Irse quedándose”, así definió su amigo Fernando Quiñones el momento de su partida, por la enorme huella que dejaba en la memoria de los suyos. Alejandro Luque, en su biografía Que me quiten lo bailao. Vida y arte de Juan Farina, en la que también sitúa la dimensión literaria del artista, de la persona y del personaje, dice de él: “A Farina no le hacía falta escribir, porque él mismo era literatura ambulante. Personaje de varias novelas, pero sobre todo de dos: El coro a dos voces de Quiñones, y Marea escorada de Berenguer, recién reeditada. De él me hablaron con admiración Félix Grande, Carmiña Martín Gaite y Manolo Ríos Ruiz. Llegó a bailar para Cocteau”.
Elogiado indistintamente por Chano Lobato, Tio Chele, El Chato de la Isla, José Menese o Sara Baras, fue de los primeros en adivinar el talento de Camarón de la Isla. Uno de sus números más populares fue el de El picador.
Y su anecdotario es inmenso. También refiere Luque que, cuando Pemán le recomendó un cirujano para arreglarle la cadera, hizo cuernos y replicó: “¿Y si luego me se olvida el baile?”